WILDE, TRADICIÓN DE CLUBES


Es imposible ser de Wilde y no haber entrado nunca en alguno de los tantos clubes del barrio. Si no está en la misma cuadra de la casa, se encuentra a la vuelta, o, como mucho, a unas cuadras. Pocos barrios deben tener tres clubes en un radio de dos cuadras como es el caso de la tríada Juan Bautista Alberdi, Jorge Newbery y Bella Vista; todos de color verde y blanco. Cada sábado, los torneos de F.A.D.I llenan los salones con niños correteando entre las mesas de jubilados timberos.

 Si uno se mete en cualquiera de los treinta clubes, seguramente encontrará un bufet, el infaltable metegol, un pool, una mesa de ping-pong y la canchita en el fondo coronada por un tinglado. Pero aunque parezcan iguales, es el espíritu de cada uno lo que los hace totalmente diferentes. La historia, los colores, los viejos personajes que juegan a las cartas y siembran las tardes de anécdotas; el olor indescifrable que brota del bufet, a veces rancio, a veces agradable. Incluso cada club tiene su propio silencio.

 La mayoría de los clubes se inauguraron en los años treinta y cuarenta, época donde la nueva clase obrera descubre que la vida no es solamente la fábrica, y comprende que el tiempo libre vale mucho y hay que disfrutarlo. De esta manera empiezan los primeros bailes de club que eran musicalizados en vivo por las mejores orquestas del momento: Carlos Di Sarli, Osvaldo Fresedo y otros grandes maestros dirigían el 2x4 de los bandoneones. El club pasó a ser la institución más importante del barrio.

 Al igual que El Fortín, que supo vivir jornadas épicas de patín internacional, varios han desaparecido por los embates del tiempo, una manera poética de referirse a los problemas económicos, falta de apoyo municipal, caída importante en el número de socios por falta de renovación a medida que una generación se iba apagando. Es como una persona que se muere de vieja. Algunos continúan hasta el día de hoy en estado de letargo, con hombres solitarios que languidecen acodados en sus mesas, mientras de fondo se oye el hipnótico y monótono sonido de una pelotita de ping-pong que va y viene por encima de una red embolsada.

En cambio, otros clubes como el Sporting o Wilcoop fueron creciendo generación tras generación gracias al empuje y la determinación de sus socios. En estos casos las comisiones directivas son responsables, honestas y trasparentes con el destino del dinero. Principalmente de esto depende el progreso de una institución barrial; cuando aparecen los oportunistas en las comisiones directivas, pronto se ve reflejado en un frente despintado, escasa presencia de jóvenes y actividades deportivas, y la presencia de algún que otro borrachín bohemio. Al entrar, inmediatamente se percibe la tristeza del club.

 Wilde es sinónimo de club, de canchita, de potreros que ya no existen pero que supimos de ellos por nuestros padres o abuelos. Todos los niños eligieron un club para defender su camiseta y pasar las tardes esquivando la tarea escolar. Para pasar la adolescencia y la juventud con la barra de amigos entre cerveza pool y ping-pong; para envejecer entre largas jornadas de truco y anécdotas de la lejana niñez.

A continuación le mostramos la ubicación de los clubes de tipo deportivo y su fachada. Las  sociedades de fomento y  otro tipo clubes no fueron  tomados en cuenta en este mapa.



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